Ahora es preciso que me encuentre indefenso
a solas con la vida de mi muerte
como recién nacido
como recién asido
a la posibilidad de mi no-ser.
Yo puedo ser el dueño de mis hechos,
puedo venir de alguna parte,
a la muerte puedo tender
como a una residencia o un presagio
y a la vida de la sobremuerte
como a una esperanza o un placer.
Pero cuando el silencio derriba el muro
y debo penetrar en la noche neutra
sin una sombra porque es sólo sombras,
sin un murciélago bendito
ni un relámpago de terror,
entonces sí me vuelvo despiadado,
entonces sí soy irrisorio,
entonces sí improviso mis rencores,
desmorono mis sueños,
verifico mis dudas.
El día estalla otra vez en gritos,
busca con ansiedad mis ojos de la noche
toda muerte, mis ojos
de la olvidada noche.
Como una hiedra sigo trepando
por el muro que existe de nuevo
y el sol perpetuo me reconoce
y por un rato soy la vida.