El olor de las algas
Yo conozco esos bríos
y esas rocas,
la espuma entre rompientes
y el olor de esas algas que hoy se esconden detrás de aquellos julios,
y es que fui propietario de un cuerpo junto al mar y aún recuerdo
de quien son estas manos, quienes fueron mis dioses y en qué momento exacto
regalé mis purezas a una flor.
Supongo que fue así como creció mi espalda
y fue dejando atrás los barcos doloridos
con esa madurez que no sabe mezclarse con los peces
al morir de la tarde.
Era un viaje entonces al centro de la vida,
donde mirar al cielo es imposible
sin ser brisa de alisios que quiera entre burbujas recordar.
Y tuve que aprender
a vivir en sentido figurado, correr en dirección a lo desconocido,
imaginar palabras
que supiesen hablar con mi amigo Javier, el pescador.
Y que fuesen los otros, corazones sin redes,
quienes pusieran años en la edad que no tuve.
