Manuel del Cabral Tavarez

Flecha del sexo

Dios terrestre, plural como el verano,
trampa por donde llegan el espacio y el tiempo,
catedral de secretos sorprendidos,
tu, solo y todo, sexo.
 
Lo demás...
un montón de cuchillos en los ojos,
unas viudas por tí resucitadas,
un enfermo que ruega
que no laven las 'sabanas del lecho
sucio de primavera violentada,
y el sesentón sentado en sus horarios
para que en sus arrugas caigan besos
sonoros y redondos como monedas tristes
y el narcisista
que una novia tiene en cada curva
de su cuerpo que es todo, todo sexo,
y se besa y se cuida
como un número terriblemente solo.
 
Ahora está lloviendo pueblo adentro,
y es materia no simple
la de la costurera que cantando parece
que va cosiendo por sus huesos nombres,
y va llenando el aire de cosas masculinas:
amuletos de Juan, bueyes de Pedro;
pero, de las nieblas llegando,
sólo es Guaco,
el campanero que le llena el cuerpo
de la boda imposible de los pájaros,
porque es Guaco:
animal dulce como un fruto a tiempo.
 
(...)
 
Es que también sabemos
que cuando de tu trampa inevitable sale el tiempo,
el aire crece como un hombre;
sin embargo sólo toma altura...
sólo cuando se pone del tamaño de un grito.
Pero callemos,
que la madera grita en primavera.
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