Si el ruiseñor que en la floresta umbría
de blanco amor a su mitad requiere
lo alcanza el plomo de la bala impía,
canta y muere.
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Si al alma soñadora que a los cielos
himnos de amor espléndidos levanta
la hiere el plomo de mortales duelos,
“muerte” y canta.
***
Dios sólo tiene la escondida llave
de este misterio trágico y sin nombre;
morir tras de cantar... eso es del ave.
Cantar tras de “morir”... eso es del hombre.