Tu despedida duele y me reduce al silencio.
Eres poesía,
la llevas en tus adentros de métrica
y cada instante de tu vida es una deliciosa rima.
Llevas un mar por dentro y te sentaste en mi orilla a observar atardeceres.
Quererte era como hacer un castillo en arena movediza
y te fuiste lejos,
tan lejos que te convertiste en un punto en el horizonte.
Un punto que llamaríamos el final,
aunque en realidad fuera tu silueta oscura
marchándose.