Nadie Me Recordará
Nadie Me Recordará
En mi rincón sin luces, nadie viene a llamar,
las paredes susurran historias de soledad.
El reloj marca horas que ya no volverán,
y en el espejo brilla una frágil realidad.
No habrá campanas tristes ni canciones de duelo,
solo el viento que arrulla mi nombre por el suelo.
Seré polvo en el aire, rumor de un pasillo,
huella que se desdibuja tras un viejo castillo.
¿Quién sembró en mi camino espinas sin razón?
¿Quién apagó la llama de mi débil ilusión?
Las estrellas se esconden, no alumbran mi sendero,
y el invierno eterno guarda mi corazón entero.
No hubo risas tempranas ni tardes de ternura,
solo noches largas, de amarga escritura.
El amor fue un barco que jamás atracó,
y en mi pecho, un naufragio que el tiempo olvidó.
Si la aurora no vino, ¿por qué esperar el día?
Si en mi fuente seca nunca brotó alegría,
¿para qué llorar ahora sobre el mar sin olas?
La esperanza es un pájaro con las alas rotas.
Pero guardo en mi almohada sueños sin nombrar,
semillas que algún cielo quizás logre encontrar.
Aunque nadie me escuche, yo canto bajito,
versos que se confunden con el son del olvido.
No me busques en flores que adornen tu dolor,
ni en palabras vacías de falso resplandor.
Prefiero una sonrisa fugaz en el camino,
que mil rosas marchitas sobre un mármol frío.
¿Quién enciende una estrella si no hay quien la mire?
¿Quién dibuja caminos si el viaje no existe?
Mejor abrir las manos, dejar volar el verso,
que agitarse en la sombra de un universo adverso.
Cuando el último suspiro se pierda en la neblina,
no habrá luto en el mundo ni luz que ilumine.
Solo quedará el eco de un alma que un día
quiso amar como el río que besa la bahía.
Mas no llores mi suerte, no gimas mi calma,
que en la vida tejimos silencio con el alma.
Las caricias del tiempo, aunque lentas, son ciertas:
nadie fue mi refugio... pero amé las ventanas abiertas.
—Luis Barreda/LAB
