Extrañar
EXTRAÑAR
Extrañar es una puerta que jamás se cierra,
un hueco en la pared donde el silencio habla.
Es escuchar el eco de risas que se fueron,
mientras el viento trae canciones ya borradas.
Es leer un libro viejo con páginas cambiadas:
la historia que vivimos tiene finales distintos.
Los recuerdos son fantasmas que dibujan tu rostro
y en cada esquina oscura repiten tus caricias.
Extrañar es una guerra sin armas ni victoria,
donde el pecho se agrieta y la razón se quiebra.
Los pensamientos luchan, como soldados cansados,
para arrebatarle al tiempo su saquito de penas.
Es gritar sin sonido, abrazar el vacío,
besar en las fotografías el calor que se ha ido.
Es bailar con tu sombra en medio de la noche,
aunque el mundo te juzgue... ¡y hasta te llame loco!
Extrañar no se apaga, es un fuego escondido,
una cicatriz dulce que late en el olvido.
No hay mapa que te guíe, ni reloj que lo cure,
porque el alma, cuando ama, no entiende de fronteras.
No es vacío en el pecho... es tu nombre grabado,
es sentir que tu aliento aún calienta mi espacio.
Aunque lejos estés, aquí sigues intacto:
mi cielo sin estrellas se ilumina con tu paso.
Y así, en esta condena de querer sin medida,
aprendo que extrañarte es guardarte con vida:
un refugio de ausencias donde el tiempo no existe...
y en cada sueño breve, vuelves a ser mi cómplice.
—Luis Barreda/LAB
