Aprendí contigo a caminar
Aprendí contigo a caminar
sin mapa fijo, sin rumbo fijado,
que la vida es un barco a la deriva
y el tiempo, un viento descontrolado.
No hay recetas para el corazón,
ni seguros contra el desengaño,
solo abrazos que queman en silencio
y risas que se pierden en el daño.
El amor no es un cuento de hadas,
es un huracán que arrasa el pueblo,
deja grietas, memorias y heridas,
pero también fuerza para el invierno.
No importa si tropezamos mil veces,
si caímos en pozos sin fondo,
lo valioso es juntar los pedazos
y seguir, aunque el miedo responda.
Dicen que el destino escribe tramas
con tinta de azar y desvarío,
pero yo prefiero creer que somos
artistas de nuestro propio frío.
A veces ganamos sin trofeos,
perdimos batallas, pero no guerras,
porque al final, lo que nos hace enteros
no son las cicatrices, sino las veredas.
Y si un día la suerte nos abandona,
si el camino se llena de espinas,
recordaré que vivir no es una meta,
sino el polvo que dejan las ruinas.
Contigo aprendí que en esta fiesta
nadie sabe bailar hasta que tropieza,
y que el que ama con el alma rota
ya ganó la más pura riqueza.
(El resto es silencio y ceniza,
el eco de un verso no dicho,
porque el amor, cuando es verdadero,
no se escribe... se vive en el grito.)
—Luis Barreda/LAB