Tormenta de rubí, cristal o seno,
una diosa atraviesa el ancho espacio,
y siente el labio aromas de topacio,
cortinas luengas, dulce desenfreno.
Combatir no es posible el viento pleno
que del desierto trae raudo o despacio,
la arena o rosas que con paso lacio
el collar cumple al fin de tu veneno.
Acepta, pues, y omite la costumbre,
estatua juzga el resto de tus días
y el jade de tus labios da a la lumbre.
No pienses en más islas apacibles,
la copa y los perfumes en que fías
todo ya es. Lo demás son imposibles.