Yo la intuyo.
Voy oliendo su textura vibrante.
Va la voz
cayéndose
sin más
sobre mí
con un chorro de emoción desbordante.
Ya la oigo
con el sonido a carne trascendida
y el metal de unas cuerdas que se hunden
en la piel.
El concierto de huesos se despierta
besando el horizonte de mis labios.
Ya va la voz
sangrándose
en mí
como una herida vocal dolorida
salpicando gritos de frenesí
suplicándole a la muerte una vida
pronunciada
en un rezo
inmaculado
y sonoro.
Ya viene la voz con un bramar claro
de cristal
y de oro.
Yo la intuyo
la llamo
la preludio
—de timbre errante, sagrado y veloz—
en silencio,
resuena
con su eco
mi voz.