La luna, espejo de plata,
que danza en la oscura quietud,
misteriosa y siempre callada,
guardián de la eterna virtud.
Sus rayos tejen en silencio,
un manto de luz celestial,
dibujando en sombras y en viento
un susurro, un sueño inmortal.
Testigo de amores perdidos,
confidente de lo irreal,
en sus ojos, mares dormidos,
en su piel, la paz lunar.
Oh, luna, que en noches eternas,
mi alma se aferra a tu faz,
pues en tu luz siempre interna,
encuentro mi verdad fugaz.