Hay un aliento puro que viene de las eras
contándome la vida de campos de labranzas,
en donde cada hitavo enseña treinta lanzas,
en donde cada nube se rasga en dos banderas.
El hálito me dice de brisas mañaneras
que fueron como liras tejiendo sus romanzas;
ese hálito me dice mis viejas añoranzas
cargadas de perfume de flor de las praderas.
Columpian en el aire su copa los manzanos;
avanzan de retorno, dos fuertes labradores,
traen olor de yerbas prendido de las manos.
Un joven limonero cubierto de blancores,
se apronta para darles fragancia a los veranos,
frescura a los labriegos y al céfiro sus flores.