Me encadenó tu aliento, tu ufana belleza,
Tu feroz blancura...
Y a orillas de tu boca sepulté mis males
Sobre tus pechos de niña,
Lloré el ultimo grito de mis penas...
Y olvide en tus brazos, mis absurdas vanidades.
De tu mano yerta descendi al abismo
Y sentí en tus labios presagiar mi muerte...
Entonces fui tuyo, cuerpo y alma tuyo...
¡Voluntariamente!
Y hoy, sobre esta tierra que siempre maldije...
Y bajo ese cielo del que siempre huyo...
Imploro tus besos incansablemente.
Tuya es la culpa, ¡Si!, Tuya la culpa.
Por darme la vida...
Buscando la muerte.