Tengo el desesperante silencio de la angustia
y el trino verde herido...
¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro?
¿Por qué todas las músicas no se rompen
a un tiempo a recibir mi nombre?
—¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña
y que sabe el sollozo
que me enamora el alma!