El sol se sale muriendo
en sombras del caserío
y el mar se lame la vida
sobre horizonte de niños.
Duerme el hombre su ancha pena
del llanto de pan del hijo,
y toma forma de piedra
por la escalera de! risco.
¿A dónde se irán sus pasos
hinchados de ahuecar bríos
en la antesala del sordo
capitalista edificio?
Ni la mañana le esconde
la mueca de su suplicio,
ni echa de ver que en sus ojos
hay ausencia de rocío...
¡Una mirada vacía
lo tiro de nuevo al nido!
¡Perla! La perla encrespada
como un hotel colectivo
en una mancha que el mar
se sacudió en raro ímpetu:
¡Perla! La perla dejada
en un fantástico olvido
para ilusión de los hombres
heridos de hambre y de frío,
¡Perla! La perla tirada
desde el tejado del risco,
que bajo tu blanca pena
exprime dolor de siglos.
¡Piedra que miras al cielo
como arrabal desteñido!
¿Quién dice noche estrellada
ante los ojos caídos
de esa frontero del hambre
que va apretándose en gritos?
La vida rueda temblando
sobre el jirón extendido
en un juego con la muerte
que quiere atrapar el risco.
El mar se lame la vida,
y el sol se arropa de frío...
en cada lecho de muerte
vigila el sueño de un niño...
¡Perla! La perla más blanca
de la gran mina del rico.
¡Perla! Que ya te desgastas
de balancearte en suspiros.
¡Perla! Que ya te derrumbas
bajo tu pecho sombrío
mientras se elevan cuarteles
y el mar se infecta de tiros.
¡Piedra que miras al cielo
como arrabal desteñido...!
El color rojo se tiende
en tinte de último aviso
sobre el puñal de tus noches
y tus puntales caídos.
Al otro lado del mar
nos duele tu sed de siglos.
Tu voz resuena más lejos
que los cañones temidos.
En la antesala del mundo
ya anuncia el sol colectivo.
¡Perla! ¡Levanta tus manos
y alza tu dolor en bríos...!