The Lovers, by René Magritte
Juan Sebastián Palomino

Sofocante sábado de placer y decepción.

Siendo las 23:59, el ímpetu del deseo me llevó a imaginarte prisionera de mis labios, arrancándote la sonrisa del lugar donde querías estar. Sin embargo, poco a poco descubrí que el cautivo era yo.

En la guarida del placer, no me quedó más remedio que admirarte, frustrado por la belleza que me condenaba, mientras mi virilidad cedía al éxtasis de contemplarte y me hundía en la desgracia de no poder poseerlo todo de ti.

Mientras el universo me ignoraba, mi mano se perdía en tu regazo y tus ojos se convertían en copos de nieve, deshaciéndose con cada segundo que pasaba.

Alabados sean los dioses, o los espíritus que habitan mi mente, porque en tus besos redescubrí el lenguaje de lo prohibido. Tal vez fueron los susurros de tu almohada o los gemidos de tus labios los que me recordaron que mi amor por ti no era de este mundo.

Jugamos al cíclope, mientras nuestras respiraciones se fundían en un baile desordenado. Nuestros latidos se transformaron en una sonata de amor sincero, donde mis labios destrozaban los tuyos con hambre y mis pensamientos se ahogaban en la certeza de que siempre quise tenerte entre mis brazos.

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