Juan Luis Panero Blanc

Pierre Drieu la Rochelle divaga frente a su muerte

Al final pienso que tenía razón
—todo el absurdo tinglado del poder,
el cuchillo implacable de la inteligencia,
las sórdidas, políticas palabras,
los arañados proyectos imposibles—,
sí, tenía razón ese día. Me acuerdo bien
cuando pensé, echado junto a ella,
que lo único real era una buena puta,
una piel cálida, unos labios silenciosos, unas manos expertas,
en aquel burdel, cerca de Neuilly, al amanecer.
Por eso, porque creo que tenía razón, soy más culpable
—libros, declaraciones, ideas, lealtades,
el secreto de todo, el revés de la nada—,
cuánto tiempo perdido para llegar a esto,
para recordar, ya sin solución, sus largos muslos,
el sabor espeso de su boca, los rozados pezones.
Llegaba una luz gris sobre la cama,
sobre su culo memorable, inmóvil,
sí, tenía razón, aquella puta
cuyo nombre nunca supe o tal vez he olvidado,
el humo de un cigarrillo, eso es todo, yo tenía razón,
y si no la tenía, ¿qué importa ahora?

#EscritoresEspañoles Los De de la muerte trucos

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