Juan Clemente Zenea

Oriente y ocaso

Vamos a la arboleda,
que el Sol asoma
y es lindo un rayo de oro
sobre las hojas.
Aunque no extraño nunca
luz de la aurora,
porque en tus ojos bellos
la luz me sobra.
 
Vamos junto a la fuente
para que duermas
y que sueñes conmigo
toda la siesta;
porque no te despierte
voz de mis penas,
yo beberé en silencio
lágrimas tiernas.
 
Vamos al banco verde
que está en el valle,
porque a pensar nos llama
fresca la tarde...
No acojas mis suspiros
en este instante,
que los mando en el viento
para mi madre!
 
Vamos donde los sauces
gimiendo anuncian
que desde el golfo sube
la blanca Luna;
allí la eterna dicha,
del mundo oculta,
nos aguarda risueña
sobre una tumba.
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