Mensajera peregrina
que al pie de mi bartolina
revolando alegre estás,
¿de do vienes, golondrina?
Golondrina ¿a dónde vas?
Has venido a esta región
en pos de flores y espumas,
y yo clamo en mi prisión
por las nieves y las brumas
del cielo del Septembrión.
¡Bien quisiera contemplar
lo que tú dejar quisiste;
quisiera hallarme en el mar,
ver de nuevo el Norte triste,
ser golondrina y volar!
Quisiera a mi hogar volver,
y allí, según mi costumbre,
sin desdichas que temer,
verme al amor de la lumbre
con mi niña y mi mujer.
Si el dulce bien que perdí
contigo manda un mensaje,
cuando tornes por aquí,
golondrina, sigue el viaje,
y no te acuerdes de mí.
Que si buscas, peregrina,
do su frente un sauce inclina,
sobre el polvo del que fue,
golondrina, golondrina,
no lo habrá donde yo esté.
No busques volando inquieta,
mi tumba oscura y secreta.
Golondrina ¿no lo ves?
En la tumba del poeta
no hay un sauce ni un ciprés.