Juan Camilo Hernández Carryllo

El Westfaliano.

De los "Pequeños Arabescos", 2016. Proyecto personal.

“De las cimadas cumbres del Norte,
se descuelgan aves sables regias,
lampasadas y armadas de bronce,
cuya mirada abismal y negra,
se clava en los más nobles hombres,
raptándolos a la distante Westfald.”

Es un curioso poema que cantan las mujeres ligures cuando los ni-ños preguntan sobre el paradero de sus padres. En general parece que es más como una excusa que una referencia verídica. Si nos vamos, incluso, más allá de lo notable, podríamos afirmar que este poemita no es otra cosa que un invento cuya función es disimular la incapacidad de dar una respuesta racional a un hecho inexplica-ble. Y todavía más allá, sería una oda a la impotencia y a la igno-rancia sobre algo tan familiar como un esposo ó un padre. En todo caso versa sobre lo que desconocemos. Pero no tendría importan-cia ni el poema ni su objeto, si no fuera porque el poema enseña un hecho histórico ¡verdadero y genuino! Solo que... cuando se em-pezaba a recitar por vez primera, se pensó, era una simple mentira para calmar a los niños.

Desde hace décadas, los hombres ya adultos, desaparecían de sus hogares y no se les volvía a ver, ni en los campos, ni en los apriscos. Recién empezó el fenómeno, las esposas creyendo que éstos, insa-tisfechos, les eran infieles, se iban furiosas a los lupanares a buscar-les. Pero hasta en aquéllos míseros antros, extrañaban a los hom-bres. Entonces, ¿dónde iban a parar? Una vez más las canciones populares, nos dan respuesta:

“Más allá de los empinados montes,
más allá de las selvas negras,
más allá de los salvajes dones,
más allá de las lagunas secas,
existe un país cuyos varones
no tienen fincas ni tierras,
ni castillos, ni torres, ni peones,
no tienen más sino simple yerra.
Más allá de los helados montes,
no hay ímpetu que durar pueda,
ni momento que un eje remonte
pues allí aún no existe la rueda.
Más allá de los borrascosos montes,
no hay cosa simple que no muera,
ni suenan en el aire humanas voces,
pues allí hablan con las muecas.
Más allá de los altos y nivosos montes,
donde no vive rey que gobierne wenda,
donde aún desnudos caminan los hombres,
donde aún la lana no gira por la rueca,
donde las cosas todavía no tienen nombre,
existe un país que hoy llaman Westfalen.”

Al parecer, existe una región más al norte de los Alpes, donde no concurre mayor autoridad que el Cielo y la Tierra. Un lugar crudo e incómodo, tal vez, lejano de toda cultura. ¿Habrán ido allá todos los padres y esposos?

Sin que transcurriera mucho tiempo, las mujeres ligures motivadas por la duda, se dieron a la tarea de responder este interrogante, y empezaron a recorrer las montañosas cumbres de los Alpes, bus-cando siempre el norte. Una a una, fueron saliendo de sus pueblitos cálidos, en compañía de sus hijos e hijas, dejando todo atrás. Los poemitas que repetían una y otra vez para calmar los sollozos de los niños, ahora las guiaban hacia el paradero de sus esposos.

Finalmente, tras largas caminatas en medio de la nieve, vieron las selvas negras de las que les hablaban los versos, delante suyo, y a lo lejos, allí donde el cielo besa la tierra, pudieron ver una migración de formas humanas. Al alcanzarlas, no quisieron devolverse ya: Lo más curioso de este fenómeno es el porqué sucedió, tan sin apa-rente razón... tan sinsentido que necesitó canciones para explicarse ¿Y bien, por qué?

“Quien libre deja latir su corazón,
libre quiere ver el resto de su cuerpo.
Quien libre se ve, le sigue su amor,
le siguen sus hijos, esté vivo ó muerto.
Quien libre es, halla el yo por el yo,
y le siguen olas de hombres sin huerto.
Quien libre es, libre hace a los demás,
y Westfalia siendo libre, de libres es hogar.”

(2010)

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