Vaciarme de paisajes, olvidarme caminos,
Reedificar el arco de tu desnudo día.
Borrar tus ojos, sendas de mi llagado sueño,
Y engriar en mi sangre tus dos terribles manos.
(La estatua que he vaciado en soledad, volverla
Raíz y musgo en tierra, canto y ala en el aire).
O, en la antípoda lluvia de mi aherrojado llanto,
Hacer cantar el muerto pájaro de tu beso.
Tornar a las cenizas las flechas de la llama,
Reenhebrar en las venas el hilo del suspiro.
Y del dolor crecido, monstruo y criatura mía,
Hacer de nuevo aquella sonrisa que en tus labios
Me bautizaba tuya, con el nombre más mío.