A Starved Greyhound, by John Sell Cotman
José Manuel Marroquín

La perrilla

Es flaca sobre manera
toda humana previsión,
pues en más de una ocasión
sale lo que no se espera.
 
      Salió al campo una mañana
un experto cazador,
el más hábil y el mejor
alumno que tuvo Diana.
 
      Seguíale gran cuadrilla
de ejercitados monteros,
de ojeadores, ballesteros
y de mozos de traílla;
 
      van todos apercibidos
con las armas necesarias,
y llevan de castas varias
perros diestros y atrevidos,
 
      caballos de noble raza,
cornetas de monte; en fin,
cuanto exige Moratín
en su poema “La Caza”.
 
      Levantan pronto una pieza:
un jabalí corpulento,
que huye veloz, rabo a viento,
y rompiendo la maleza.
 
      Todos siguen con gran bulla
tras la cerdosa alimaña;
pero ella se da tal maña
que a todos los aturrulla;
 
      y aunque gastan todo el día
en paradas, idas, vueltas,
y carreras y revueltas,
es vana tanta porfía.
 
      Ahora que los lectores
han visto de qué manera
pudo burlarse la fiera
de los tales cazadores,
 
      oigan lo que aconteció,
y aunque es suceso que admira,
no piensen, no, que es mentira,
que lo cuenta quien lo vio:
 
      Al pié de uno de los cerros
que batieron aquel día,
una viejilla vivía,
que oyó ladrar a los perros;
 
      y con gana de saber
en qué paraba la fiesta
iba subiendo la cuesta,
a eso del anochecer.
 
      Con ella iba una perrilla...
mas, sin pasar adelante,
es preciso que un instante
gastemos en describilla:
 
      Perra de canes decana
y entre perras protoperra,
era tenida en su tierra
por perra antediluviana;
 
      flaco era el animalejo,
el más flaco de los canes,
era el rastro, eran los manes
de un cuasi-semi-ex-gozquejo;
 
      sarnosa era... digo mal,
no era una perra sarnosa,
era una sarna perrosa
con figura de animal;
 
      era, otro sí, derrengada;
la derribaba un resuello:
puede decirse que aquello
no era perra ni era nada.
 
      A ver, pues, la batahola
la vieja al cerro subía,
de la perra en compañía,
que era lo mismo que ir sola.
 
      Por donde iba, hizo la suerte
que se hubiese el jabalí
escondido, por sí así
se libraba de la muerte;
 
      empero, sintiendo luego
que por ahí andaba gente,
tuvo por cosa prudente
tomar las de Villadiego;
 
      la vieja entonces al ver
que escapaba por la loma,
¡sus! dijo por pura broma,
y la perra echó a correr.
 
      Y aquella perra extenuada,
sombra de perra que fue,
de la cual se dijo que
no era perra ni era nada,
 
      Aquella perrilla, sí,
¡cosa es de volverse loco!
no pudo coger tampoco
al maldito jabalí.
Piaciuto o affrontato da...
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