(1)
Solo vivo, Señor, y hasta el vivir me duele,
como le duele al árbol crecer sobre sus plantas.
Solo vivo, y desnudo sobre un planeta negro,
como un recién nacido, mi carne roja clama.
Porque estoy con mi cuerpo creciendo contra todo
y me rozan la carne con unas manos ásperas
que lo llenan de tierra, mientras mi sangre brota
como una lluvia espesa que cayera del alma.
Vivir es contemplar el mundo derramado,
como una vasta muerte que nos hiela o abrasa.
Vivir es sangrar todo, como en un nacimiento.
Vivir es una herida por donde Dios se escapa.
(y 2)
No quiero morir nunca, no resigno mi cuerpo
a ser un vano tronco de enrojecida savia,
a ser sobre la tierra algo que no la sabe
cuando el mundo, a los vivos, bajo los cielos canta.
Vivir es como flor que, entre dos negros vientos,
una ardiente belleza sobre lo inerte alcanza.
Vivir es un relámpago que enciende cuanto toca,
es una luz terrible que un mar extraño apaga.
Señor, yo quiero verte, quiero que mi relámpago
me deje, eternamente, mirarte cara a cara
que el mar de la muerte, en cuyas aguas bebes,
seque, infinitamente, la sed de tu garganta.