SU madeja de yerba el viento ovilla
en el hueso silencioso de las astas
mientras una triste saliva amarra al suelo
su mansedumbre de nube solitaria
sobre un verde paisaje de tristeza
que mira maternal, cual si parido
de sus propias entrañas lo sintiera.
Por sus ojos eternos, donde se mira el mundo,
pasa el tiempo temblando entre los viejos árboles
que le dicen adiós en cada otoño
besándole la frente milenaria
el levísimo olvido de una hoja...