Cuando todo, en el tiempo, era un eterno hastío
Tú creaste en la tierra, para que te cantasen,
la piedra enjuta y seca, los árboles del bosque
y mi corazón rojo, donde brama la sangre.
Pero yo no te canto, porque una luz sombría
has clavado en mi frente, queriendo iluminarme;
que te cante la piedra, que nunca te ha sabido,
y que, en los viejos bosques, tus árboles te canten.