José Ángel Valente

La mujer estaba desnuda...

La mujer estaba desnuda.
 
Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.
 
Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.
 
La mujer sollozaba.
 
Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.
 
Vino la noche.
 
Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.
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