Vivir de amar, y el corazón sin dueño.
Y la edad, que remonta por la frente,
apesadumbra en cicatriz creciente
y desalienta en fugitivo ensueño.
Triste de sol en el país risueño,
seco de sed bogando en la corriente,
el pasado dolor siempre es reciente
y el presente placer siempre es pequeño.
Oh, sí… Cantar… Cantar inútilmente,
en única verdad y último empeño,
la noche en flor y el agua penitente.
Y, desterrado del país risueño,
taciturno habitante de lo ausente,
morir de amor, y el corazón sin dueño.