Jorge Eduardo Eielson

Poesía de la casa entre los pinos

Habitaciones dolientes de esta casa mía entre los pinos
Cuyas puertas se abren con sed a las estrellas
Hay en ellas una madre y una esposa suave
Cuya permanencia en el polvo es como un viejo
Plato de frijoles, una nube o una fruta antigua.
Oscuras personas, tíos, parientes que duermen
Para siempre, vigilan en la noche con su chispa azul
En el semblante. A su acera humilde,
A sus umbríos muebles, que una ola de nieve ha deslumbrado,
cuán tarde he de llegar hoy día,
cuán tarde he de morir, con mi vestido augusto,
Cuando ella ya esté hundida y sus palomas
De pobreza hayan volado hacia una negra calle.
Muerto entre pinos, veré nacer el sol debajo de ella.
Corrientes de yedra ¿es éste vuestro río agonizante,
Como un caballo frío, ávido de albergue, ante mis pies,
Y es esta casa mía sin cocina, con su luna plebe, la elegida?
Señor de las cenizas ¿eres tú el que golpea desvelado?
¿No sabes también que esta casa hizo suyos el establo,
El jardín y los astros lejanos? Entablados astros,
Muros, techos fantasmas de los que dormidas aves
Penden dulcemente, sin memoria, como restos
De una antigua caza. Y rotas chimeneas, caños
Abiertos en la noche, tapicería hundiéndose al igual
Que un buque de cuero en un océano tibio,
Tienen en esta inmensa casa de tablas el rumor
De una botella de leche rodando sin cesar hacia la muerte.
Yo he venido tan sólo a conocer sus desolados muros
Y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el día.

Reinos. Lima 1944.

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