Jocelyn García

Amar y otras formas de morir.

Si se trata de fingir quien siente menos, te dejo ganar.
A mi me vas a doler toda la vida

Esa necesidad de desinfectar las heridas, curarlas, cerrarlas, vendarlas.
¡Que pavor da ver la carne viva!, La sangre abandonar el cuerpo.

Es curioso que la gente a  punto de morir, externa calma en los ojos, las heridas no duelen, y abandonan el plano de forma tranquila.

A lo que yo me cuestioné si las heridas del corazón se curaban igual, ¿Por qué aquellas heridas, que no vemos, tratamos de ocultar con desesperación.
Algunos remedios de los más comunes y vulgares puede ser el alcohol, el sexo, fumar.
Hoy los ritmos de la vida te obligan a ocultarte en el baño de la oficina, tener una crisis de unos cuantos minutos, despabilarte la cara con un poco de agua y seguir la jornada.
Por venganza, por ego, orgullo o tal vez coraje, como le quieran llamar;  Uno se obliga a convertirse en la mejor versión de uno mismo y no por el bienestar propio, sino por motivadores como el dolor y el enojo.
Al final resulta una farsa luego de llevar implantada la mascara todo el día, nos acostamos en nuestra cama a llorar hasta quedarnos dormidos.

Yo no sabía lo que era que te rompieran el corazón.
Claro que en mi pasado he llorado por hombres, me he decepcionado y he resurgido sin inconveniente cumpliendo el cometido de que todos se arrepientan por haberme perdido.

Esta vez no se si decir que perdí yo.
Pero lo que si sé es que no se si sea la tristeza o una clase de madurez desconocida.

He dejado que la herida sangre, le he llorado hasta agotar las lagrimas.
Esta vez no entre en el eterno juego de hacerme la dura frente a nadie.
Tampoco me siento victima de nada.
Simplemente estoy contemplando la derrota a la que me enfrente, la perdida ante el destino o la ilusión no lo sé.

Pero aunque es desgarrador la mayoría del tiempo, también se vuelve poderoso experimentar un tipo de dolor que proviene del alma, que en realidad no es que te haya arrollando algo pero el sentir es tan poderoso que el dolor se vuelve físico en todo el cuerpo.

Presenciar los días con la ausencia de alguien que esperabas compartir la mayor parte de tu vida, se siente como el mismo abismo.

Se necesita ser muy valiente o muy estúpido para extender el sentir  sin llenar ese espacio con nada ni nadie.

La tristeza y tu.
El silencio y tu.

Abrazo mi dolor por que como lo platique una vez, el dolor también es una muestra significativa que se esta vivo, que se esta amando, que se esta sintiendo.

Hay días en los que he disfrutado de esa soledad.
Pero mentiría al decir, que estoy mejor y que no te extraño.

La verdad es que esa herida por ahora es el único rastro que algo sucedió.
Recuerdo mucho cuando hacíamos el amor y me tocabas la espalda, llena de cicatrices. (Mi inseguridad más grande). Siempre abrazaste esa textura rasposa en mi piel y aunque por mucho tiempo  me causo dolor, aprendí a apreciarlas por ti.
Como ahora esa herida es evidencia de que amé y sentí.

No diré que fuiste malo, y tampoco yo lo fui.
Simplemente fuimos una lección, una deuda, una enseñanza.
Hubiera preferido ser tu amiga a toda esa mierda, la verdad.
Y aunque nuestros caminos al final iban en direcciones opuestas.
Quedó esa permanente flecha clavada en el corazón del otro.

Una lastima habernos conocido en el campo de guerra, con tanto desorden a nuestro al rededor y nuestra cabeza.

Terminé siendo una mejor mujer, más sabia pero un poco menos viva, con menos ilusión, pero con más dirección y amor conmigo misma.

Me queda un camino largo para reparar los daños, pero tampoco tengo prisa, voy reparando y recogiendo cada pedazo.
Ahora me cuestra trabajo, no buscar  culpables, no preguntarme infinitamente el por qué de tantas cosas, no sentir coraje del fracaso.

Pero fui yo quien decidi amar, contra todo pronostico, sabiendo el peso de la caida, el precio de mi decisión.

El ser humano siempre ha vivido de la esperanza, pues es por eso que siempre nos inventamos un Dios.
Creó en Dios y creía en la esperanza, en la minima posibilidad que resultará, asi que sí esta herida me la provoque yo.
Y esa es una de las maravillas de la vida apostarlo todo, vivirlo, disfrutarlo y si no resulta abrazar ese dolor y esas secuelas que la vida dejó a su pasó.

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