En urgente sosiego, las estrellas,
Fuego blanco que el tiempo cristaliza,
Desplazan a la tarde ya ceniza
Cuajada de memorias y querellas,
Y quedan olvidadas, todas ellas.
La bóveda celeste, cual nodriza
Comedida y clemente, alegoriza
La profusa mirada de sus huellas,
Imagen de la luna en los ensueños
De la prole jadeante. Alucinada
Se recuerda con gráciles empeños
De la sombra y la luz. La madrugada,
Cotidiana quimera, cada día
Confunde realidad con fantasía.