"el júbilo de mis días se perdía en un laberinto de emociones"
Te escribo esta carta para deshacerme de los apegos,
sé que no está bien albergar rencor ni generar sentimientos de odio por el hecho de no ser correspondidos, en todas las relaciones se aprende y aunque la historia de nosotros estaba lejos de serlo; aprendí.
Permití que tu sonrisa se adueñara de mí tiempo y con tu mirar eclipsaras mi espacio, al contacto de tu piel silenciabas mi mundo, y sin mediar palabra, mi cuerpo, mi alma y mi ser, estaban a merced de ti; de lo que quisieras hacer conmigo.
Me exaltaba tu presencia, me deleitaba el sonido de tu voz, experimentaba un sin número de sensaciones imposibles de descifrar, era como sí el universo conspiraba a mi favor, y cada partícula de mi ser manifestara su felicidad por tenerte entre mis brazos.
De manera inconsciente, olvidé lo más importante,
Lo que pensabas,
Lo que sentías,
Lo que querías,
Tu amor se fundía como el agua entre mis manos,
Y en mi afán de hacerte feliz logré distanciarte de mí,
Irrisorio, pero real,
Absurdo, pero evidente,
Ilógico, pero cierto,
La mujer por quién me desvivía me apartaba de su vida con una facilidad espantosa, ella era mi debilidad y al sentir su desprecio, una sensación de melancolía oprimió mi corazón.
Viví en carne propia esa desazón que solo ocurre con lo imprevisto, con lo no grato, con lo que se transforma en incertidumbre y deja a su paso un vacío incomprensible. La pasión, el placer y el júbilo de mis días se perdía en un laberinto de emociones. Poco a poco comprendí la situación, yo no era el único que disfrutaba de tan magnifico acto. Mis sentidos entraron en trance, me aturdía la idea de perder a quién nunca tuve, la desazón se apodero de mí, lágrimas brotaron del fondo de mí alma.
Sombras, penumbras, silencio y oscuridad calaron hasta mis huesos estremeciendo mi existencia.
El ritmo acelerado y vertiginoso de mi corazón se detuvo por un instante, golpes secos y fuertes sacudían mi pecho; mi mente reproducía sin cesar su imagen, y eso; me conmovió, la desventura de sus actos, el espejismo de su amor.
Jhoan Andrés Ramírez Vargas