La verdad golpea a mis costados y yo intento ignorarla viendo el cielo,
pero sus sombras se proyectan en el blanco y me susurran secretos que preferiría no conocer.
Mi mente va con un ritmo de mentira,
mientras ella me habla con una voz de verdad desnuda.
Intento tapar mis oídos con las manos,
pero sus palabras se filtran como un veneno en mi sangre.
Me habla de mis noches en vela, de mis días en duelo,
de la carga que he llevado sola, sin descanso ni refugio.
Me muestra los pedazos de mi alma rota,
y me dice que mi dolor es mío, que nadie más lo ha sentido.
Y en ese espejo de verdad, me veo reflejada,
con ojos que han visto el abismo y no han regresado,
con una piel que cubre huesos que ya no sostienen,
con una voz que solo susurra palabras de despedida.
Mi corazón es un cementerio donde han muerto mis sueños,
donde la esperanza fue enterrada sin ceremonia.
Y yo, un fantasma que recorre estas ruinas,
buscando en vano un pedazo de alma que aún me quede.