No quiero ser la sombra de un nombre,
una silueta sin contornos de alma,
no quiero caminar sin rumbo ni sueños
que asusten a la almohada con mi ausencia.
No quiero sentir como los ojos vacíos
de aquellos que pasan por la vida
sin dejar huellas, sin sangrar por nada,
sin remordimientos que los desvelen.
Anhelo ser el aire que despierta tempestades,
el agua que filtra sus penas en olas de dolor,
la tierra que nace, muere y renace, en cada beso del sol que la redime.
Pero mi verdad grita alto, si fuera capaz de ser ese elemento,
mi alma bastarda me temería,
porque sería ventisca que arrasa ciudades,
huracán que ahoga costas y recuerdos.
Soy la tormenta que late en cada pecho,
inundación de pasión o sequía de olvido,
susurro de calor que quema o incendio
que consume bosques y montañas de sueños.
En mi ser no cabe la calma,
solo tormentas que se avecinan,
no hay espacio para ambigüedades,
solo verdad que late con un grito mudo.
No hay lugar para la indiferencia,
solo pasión que consume,
mi alma no se sacea por que es profunda, solo caben emociones que hieren con minucio.
Soy un corazón que late al borde del caos, sin término, una vida que arde sin cesar,
en busca de sentido, o de perdición.