¿Ni cuándo?... Sí, lo sé. Cuando recoja
de la ceniza que en tu hogar remuevo
esa indulgencia inmune a la congoja
que, al fuego del dolor, pongo y atrevo.
Cuando, de la materia que me aloja
y cuyo fardo en las tinieblas llevo,
como del fruto que la edad despoja,
anuncie la semilla el fruto nuevo;
cuando de ver y de sentir cansado
vuelva hacia mí los ojos y el sentido
y en mí me encuentre gracias a tu ausencia,
entonces naceré de tu pasado
y, por segunda vez, te habré debido
—en una muerte pura—la existencia.