Jaime Torres Bodet

Dédalo

Enterrado vivo
en un infinito
dédalo de espejos,
me oigo, me sigo,
me busco en el liso
muro del silencio.
 
Pero no me encuentro.
 
Palpo, escucho, miro.
Por todos los ecos
de este laberinto,
un acento mío
está pretendiendo
llegar a mi oído.
 
Pero no lo advierto.
 
Alguien está preso
aquí, en este frío
lúcido recinto,
dédalo de espejos...
Alguien, al que imito.
Si se va, me alejo.
Si regresa, vuelvo.
Si se duerme, sueño.
“¿Eres tú?”, me digo...
 
Pero no contesto.
 
Perseguido, herido
por el mismo acento
—que no sé si es mío—
contra el eco mismo
del mismo recuerdo
en este infinito
dédalo de espejos
enterrado vivo.
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