—Mamá, tengo la barriga llena de hambre, dice. Y la mamá ríe y le trae la leche.
Al rato, ya dormido, se sobresalta y mueve los brazos y las piernas. La mano de la madre le acaricia la espalda, se queda quieto.
En su plácido rostro el corazón descansa. Vienen las estrellas en aviones y los caballos nadando, y él es el dueño heroico de las cosas.
Como hace rato, cuando me dijo señalándola: “Mira papá, una mariposa. Yo la quiero.” La tomé por sorpresa y extendiéndole las alas sobre la mesa iba a clavarle un alfiler en el lomo cuando él dijo: “no papá, pobrecita”. Lo vi estremecerse pero insistí: ¿cómo quieres que sea tuya si no la mato? “No la quiero, papá, no la quiero”, dijo. Y tenía el rostro ufano de este momento al ver volar la mariposa liberada.
De Poemas sueltos