Todo pasó como él imaginara,
allá en el frente de Smolensk.
Y tú has envejecido –aunque sonrías
wie einst, Lili Marlen.
Nimbado por la niebla, igual que entonces,
surge ante mí tu rostro encantador
contra un fondo de carros de combate
y de cruces gamadas en la Place Vendôme.
En la barra del bar –ante una copa–
plantada como cimbel,
obscenamente tú sonríes.
A quién, Lili Marlen?
Por los rusos vencido y por los años,
aún el irritado corazón
te pide guerra. Y en las horas últimas
de soledad y alcohol,
enfurecida y flaca, con las uñas
destrozas el pespunte de tu guante negro,
tu viejo guante de manopla negro
con que al partir dijiste adiós.