Amado,
tú pusiste mis pies
en la misma ruta
donde la poesía
levantó bandera.
Y se detuvo
como niña triste
que venía desde lejos,
a regalarme
crisantemos y violetas.
Te adora Jesús
mi alma,
y te celebra
por este don de amor
que colocaste a mi vera.
Son palabras
que se desgranan
por un valle fértil.
Inagotables
y apacibles van
por el sendero.
Recógelas Señor
y haz con ellas
un atadito
para apretarlas
en tu pecho.
Son versos olvidados,
que guardan en secreto
el sello
de tu Espíritu de fuego.
Ingrid Zetterberg
Dedicado a mi amado Jesucristo
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