Desde la razón palpo las raíces,
del sonoro silencio que retumba
en el peregrinaje interminable,
que oscurece una y otra vez la vida.
Errante y sin destino en el espacio
observo la tormenta desbordada,
como a veces ha sido mi destino
cuando he estado caído en la desgracia.
Infortunios la vida nos depara
padeciendo dolor de los azotes,
punzando las heridas, desnudando
el rojo corazón atormentado.