Bólidos de instantes son los transeúntes.
Los enamorados a mi lado se atascan en un beso
cuando a lo lejos suena un perreo decadente;
la mujer embarazada preña una sonrisa fértil
al sol agonizante,
los skate dan vueltas y vueltas al hemiciclo sin salida
mientras un lector de Wilde saluda un vagabundo:
el güey trajeado con otro rolex falso
**toma el tiempo**
cuando se oculta de pronto un gramo de coca
en la axila de una anciana sin dientes;
y un pájaro defeca en el hombro de un niño
y su madre, retorcida en una risa
pierde
el aire que un taxista
gana
para prender una mentada de madre
al roce
de una vuelta.