José María Heredia

A Sila

Triunfante Sila, cuyo carro fiero
En las ruedas giró de la fortuna,
La antigua libertad desde tu cuna
Fue tu divinidad, tu amor primero.
 
Pero la Roma vil en que viviste
No era ya la de Curcio y Cincinato
Y Fabricio y Scipión: su pueblo ingrato
Demandaba opresión, y se la diste.
 
De su antigua virtud sin el tesoro
El senado magnifico de reyes
Que al orbe sometido impuso leyes,
Prostituyó el poder, vendiose al oro.
 
Roma, victima inmensa de facciones,
Capaz de esclavitud, no de obediencia,
Enmudeció temblando en tu presencia
A fuerza de furor y proscripciones.
 
No fuiste vil por opresor: en vano
Quisieras libertad: sólo veías
Crimen y esclavos.—En tan negros días
Yo hubiera sido como tú tirano.
 
Con todo tu furor, romano fuiste,
Porque la alzaste al fin libre y señora,
Y con una sonrisa aterradora
Más que mortal diadema depusiste.
 
Si tu brazo feroz a Roma oprime,
La liberta tu esfuerzo generoso:
Tú no faltaste a tu valor glorioso,
Faltó tu siglo a tu virtud sublime.
 
Abdicaste el poder. Tu única gloria
Terror profundo en su grandeza Inspira,
Y a los ojos del mundo que te admira
Aislado te alzas en la vasta historia.
 
Diste con tanta sangre a los romanos
Saludable lección. Así tu nombre,
Que vivirá inmortal, tremendo asombre
A facciosos, cobardes y tiranos.

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