Tú sí sabes amar
porque en tu cara alegre
sólo se irradia calor.
Y cuando
tu amor se llena de tormentas,
haces que yo tenga
un motivo de existencia.
Tu amor, como la lava,
brota en explosiones
cuando nos fusionamos en las noches.
Como el rayo,
tu amor llega de improviso,
me ilumina, me penetra,
dejando en mi interior una estela,
un trueno incandescente,
una chispa...
y un misterio.
Me incineras con tu piel,
avivando mis internos fuegos,
para encender luego la llama
que ilumina el cuarto
que por tanto tiempo compartimos.
Tu amor,
devorador e intenso,
hace que olvide la muerte,
cuando mi centro de gravedad
es uno y tuyo
y mío,
y de ambos,
y somos una vida,
y compartimos tantas.
No he sentido en ti un amor frío.
En tus ojos veo vida.
Vida que se prolonga
cuando inyectas en mi
esa vacuna que inventaste.
Por eso no te vayas.
¡Nunca te has enamorado de lo inerte!
Ven,
vuelvo y te abrazo
y enséñame de nuevo
cómo es que debo apasionarme de la vida
otra vez,
y otra,
y otra...