Ámate, permite al silencio levantar su voz,
que una verdad en destiempo visten también los pies del amor,
no existe un acendrado sentimiento,
si se vuelve sombra de la pasión;
Ámate, durante la rigidez de tus raíces,
que resuene como efímero ruido de las rompientes,
mientras las palabras se envuelvan como un melifluo sonido,
en la desdicha de un querer;
Ámate, sabes bien que tales besos se vuelven insípidos,
de aquellos besos primeros,
indelebles señores del pensamiento y la razón;
Ámate, que no es un mundo lo que se aprisiona sobre el regazo de la luna,
no mueras a los brazos de todos los ojos que yerguen a la moral,
quimera que reclama cada universo;
volviéndonos extranjeros de nuestro afecto;
mas cada intento fallido,
los puedo contar mirando la arrugada piel,
que ata mi alma volviendo perpetua la bonhomía de este,
que no supo amar;
pero ama aquel primer ósculo que es tinta de sus versos en el papel de cada pensamiento, donde ella esta.