Muerto de fatiga y sueño,
vuelve un soldado del monte.
Labio duro, duro ceño.
¡Qué lejos el horizonte
donde el hierro lo desciña
y el caballo lo desmonte!
Más lejos está la niña,
la de cintura entreabierta,
que ya nunca habrá quien ciña.
Soldado, soldado alerta
—fuego y sangre, polvo y riña—,
está muy lejos tu niña,
porque tu niña está muerta.