Miré al cielo y vi pájaros directo
a colisión. Extremo al otro extremo,
rugían entre si con sus alas desplegadas
y las rectas perfectas imaginarias rojas
de sangre con dolor. Ellos iban cargados
de deseos, pasión, llantos de miedo turbios
y unas ganas muy locas de besarse, fundirse,
contarse sus caminos de las alturas claras
y cubrirse encorvados juntos, en esas copas
de castaños soñadas, bajo lo deslumbrante.
Ellos querían más y más de sus sueños limpios,
de celestes anhelos unidos. Despojados
de eterna soledad, de temblores silentes,
de esperanzas inútiles. Y chocaron, claro.
Se estrellaron veloces entre sí.
Solo quedan mis ojos para poder narrarlo.