Desperté en la tierra húmeda y fría, me sentía somnoliento, olor a rancio y mucho frío que penetraba en mis huesos, no se cuento tiempo estuve así, mareado y con la visión borrosa.
Atinaba a ver soldados corriendo por todas partes, otros caían pasmados al suelo.De repente, un silencio atroz ocupo mis odios y mis pupilas se relajaron, un fuerte calor sacudió mis venas, una sensación reconocida de delirio fluía por mi sangre, el blanco delantal que inyectó dosis de opiáceo en mi cuádriceps izquierdo, se alejaba de manera sutil.
Mi droga preferida, corría fácilmente por mis venas, mi cabeza se desvanecía, mi corazón se aceleraba y mis pupilas estaban en un éxtasis amoroso.
Debía incorporarme al campo de batalla, los soldados seguían corriendo fugazmente, los ruidos de metralletas y cañonazos me empujaban en mi andar, no sé cuanto tiempo dormite y solo escuchaba el agua de lluvia caer.
Cuando volví a levantarme, el cielo estaba más claro, me sentía mas fuerte y confiado que cuando me tumbe, pero sentía más miedo, no tenía ni arma ni rifle, miré alrededor, me levanté, y seguí deslizándome como oruga de pantano.
Había una gigantesca caja azul de metal cerca, me subí para espiar en su interior, pero ningún fusil estaba en el fondo del container.
Caí dentro del mismo, cuando desperté, estaba en una litera de guata de algodón con una radiante luz encegueciéndome y un frío metálico subiendo por mi piel.Aunque sentía un dolor quebradizo en mis huesos, un profundo perforamiento en mis músculos y una intensa jaqueca, yo solo podía vociferar enérgicos gritos de dolor.
Al mirar de refilón, esta vez, una enfermera sonriente que inyectaba mi majestuoso opiáceo en mi cuádriceps derecho se retiraba con la sutileza de un alma en pena, mientras yo volvía a despertar en la tierra húmeda y fría.
Ejercício en 1 persona del singular. Microrelato.Tomé tres frases de distintos cuentos y los incorpore al mío.
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