#EscritoresMexicanos
Varado en alta sierra, que el dilu… Y el vagar de la huida terminaron. Te ascendieron a cielo, mar, y a t… Y lentos nubarrones a tu oleaje. Por tu plateada orilla de eucalipt…
Pero esta noche el capitán, borrac… De ron y de silencios, Me deja la memoria a la deriva, Y este viento civil entre los árbo… Me sabe amar, me sabe a mar coléri…
Este camino recto, entre la niebla… Entre un cielo al alcance de la ma… Por el que mudo voy, con escondido Y lento andar de savia por el tall… Sin mi sombra siquiera para hablar…
Aquel camino, desde la montaña, Con la hemorragia larga De su barro, Baja, Poquito a poco,
Tierra que la guarda ahora —Montoncito de tierra Y un poco de savia en los árboles—… Ramas sin marzo, sin viento, Metálicas, más de luna
¡Qué bosque –cómo oprime– tan oscu… Ganas de sacudir los árboles Para que caiga aquella luz Que se quedó enredada Entre las ramas últimas.
Para qué huir. Para llegar al trá… Heroico y ruin de una noche a la o… Por los días sin nadie de una Bag… En la que ya no encontraré mi call… A andar, a andar por otras de un i…
Con ser tan gigantesco, el mar, y… Qué delicadamente dejó escrito —Con qué línea tan dulce Y qué pensamiento tan fino, Como con olas niñas de tus años—,
De la última estrella A la primera Fue para oler las rosas. Vuelta, al revés, del mundo, Abierta la memoria
Esta mañana te sorprendo con el ro… Sin más que un aire de haber sido… Un aire que te cuelga de los ojos… Correveidile colibrí, estático Dentro del halo de su movimiento.
Encima de la vida, inaccesible, Negro en los altos hornos y blanco… Y amarillo en las hojas supérstite… Para fumarlo a sorbos lentos de co… Para esculpir sus monstruos en las…
Apuntamos aquel cielo Que se nos desplomaba, verdinegro. Los que pasaban a lo lejos eran ¿Sombras chinescas En la pantalla del crepúsculo?
¿Nada de amor —¡de nada!—para mí? Yo buscaba la frase con relieve, l… Hecha carne de alma, luz tangible, Y un rayo del sol último, en tanto… El confuso piar de mis polluelos.
¿Y aquel otro Caminito del cielo Por donde anoche fueron Nuestros ojos? Cuatro príncipes iban sobre él;
A esta hora ese telegrama amarillo Ya sólo trae malas noticias: Un hombre, yo, tan agobiado... ¡Cómo abre —¡qué lívida!— Sus ventanas, leyéndolo, mi casa!