Con sencillas palabras de alto vuelo
oscuras más si menos dibujadas
ondeó sobre el azul vivaz del Duero
un aire familiar que meditaba.
¿Era la voz de Antonio que hermanaba
el doble corazón de las Castillas:
amor y soledad en una misma
rima hermosamente conjugada?
¿Era la voz sin par de un seco niño
a tientas sobre el lomo de un Pegaso,
la misma que calló, cerrado el paso,
de vuelta a aquel lugar donde la quiso?
Soria, tú que lo heriste, dime:
¿Es sólo el Duero? ¿Será el maestro?