Gerardo Diego

Playa de los peligros

A mi hermano José

Playa de los Peligros: no sé por qué me evocas
la sensación concreta de una isla de caribes,
tú que contemplas muda tras tus abruptas rocas
el desfile de dragas, de gánguiles, de algibes.
 
Allá, cuando era niño, leyendo a Julio Verne
debió en mí germinar esta imagen bizarra,
y en mi sagrario vive. Hoy sobre mí se cierne,
tapa de mis recuerdos, este cielo pizarra.
 
Iba yo entonces solo por escollos y breñas
soñando en Robinsones y en aventuras locas,
y eran para mí islotes las verdinosas peñas
y acantilados trágicos las florecidas rocas.
 
Un bergantín anclado allá en el fondeadero
era el navío dócil a la aventura incauta
del héroe en vacaciones, capitán quinceañero
que renovaba el mito del clásico argonauta.
 
La escena era tangible si entre las verdes algas
los broncíneos raqueros se bañaban desnudos,
y lucían sus torsos, sus muslos y sus nalgas
manjares tentadores de antropófagos crudos.
 
Temblando de emociones veía la fragata,
los senos de las velas, blancos anfiteatros
opulentos al viento. En la borda, el pirata.
Arriba, la gaviota... el exótico albatros.
 
Escenario encantado para vivir novelas.
Viñeta que ilustraba márgenes de relatos
por donde iban cruzando las blancas carabelas
erizadas de arpones para los ballenatos.
 
Playa de los peligros. Qué a gusto te concibe
mi interrumpida mente caníbal y remota.
Aun si entorno los ojos, el raquero es caribe,
el patache fragata, albatros la gaviota.
 
De Versos humanos
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