Isla mártir, cautiva y soñadora
de azules polinesias y reflejos,
fondeada entre Helechas y Pontejos
a la materna sombra bienhechora,
tumbada, de la reina: nadie mora
en tu desolaciòn sin aparejos,
ni en pleamar balandro, hacia el sur, lejos,
hasta ti la bordada sesga escora.
Tú eres pura y remota como una
tierra de luna, lágrima de luna,
llorada acaso antes que Adán viniera.
Sòlo mis manos cálidas suavizan
tus cráteres de ciega y te deslizan
un sueño terrenal de primavera.